Calanoa, Amazonas: La naturaleza en estéreo Parte 2

En la última entrada les contaba de un lugar escondido en medio de la selva amazónica que visité hace poco acompañando a la maravillosa Marcela Ramírez en su retiro: «El despertar de la diosa».

Este lugar se llama Calanoa, Amazonas y es un hotel hermoso que además de todo lo que les conté en la publicación pasada tiene posibilidad de hacer varias actividades que están alineadas con las políticas del hotel: sostenibilidad y turismo consciente con impacto positivo en las comunidades locales.

Aquí les voy a contar algunas de las que hicimos, sin contar mucho del retiro que la verdad es absolutamente espectacular y lo recomiendo para todas las mujeres que quieran conectarse con el poder de su femenino y de la sexualidad.

El día después de llegar nos levantamos temprano para encontrarnos con Bartolo, un médico tradicional indígena de la comunidad de Mocagua que nos recogió en su bote para llevarnos río arriba algunos kilómetros y adentrarnos por caños que crea la creciente del río en la época de lluvia.
Es hermoso ir a esa hora porque los sonidos de la selva inundada se oyen a todo volumen y el agua está tranquila y quieta, haciendo que el paseo sea relajante y placentero y que se vea el río como un espejo gigante. Después de unos 20 minutos de adentrarnos entre la selva inundada llegamos a un lugar en donde Bartolo nos hizo un baño de barro y curación con tabaco que nos dejó renovadas y listas para los 5 días de retiro que se venían.

La experiencia es muy bonita sobre todo por el trayecto hasta el lugar y la conversación con Bartolo que pertenece a la etnia Ticuna y que está abierto a contestar todo tipo de preguntas, inclusive la inundación de preguntas de una mente como la mía que todo le gusta explicadito.

No la recomiendo para personas que no les guste que las toquen (porque es en vestido de baño de dos piezas y todo el cuerpo se masajea con barro), a mi me pareció lo máximo y la piel quedó muy suave después de lavarnos el barro en el río.

Entre las cosas que hicimos en el retiro estaba un ritual de sanación del útero en el que llevamos unas vasijas pequeñas de barro a dejarlas como ofrenda al pie de una ceiba majestuosa que queda dentro de la reserva del hotel y que se calcula que tiene más de 400 años, un árbol de esos que emanan un poder que solo la naturaleza tiene en este mundo.

La caminata es corta pero desafortunadamente la hicimos en la tarde y estuvo lloviendo todo el tiempo, yo estaba un poquito frustrada por no poder sacar la cámara en medio de la lluvia que estaba muy fuerte y por eso le pedí a Ronaldo el administrador del hotel y una persona excelente, que me acompañara al día siguiente que estaba soleado y despejado.

La selva para mí es un lugar de poder, no me importa ni el calor, que normalmente me incomoda muchísimo porque de fábrica vengo con la temperatura alta, ni los mosquitos, ni la humedad. Es como si volviera a casa, no paro de mirar a todas partes y en cada lugar que descanso la mirada encuentro una prueba real y absoluta de lo que siempre he pensado: lo único perfecto en este mundo es el diseño de la naturaleza, lo que alguna vez alguien llamó, muy atinadamente, como «la tecnología de dios».

Otro paseo maravilloso que hicimos fue pasar en bote a la isla de Mocagua que queda al frente del hotel. Antes, en los años 70, la comunidad de Mocagua quedaba en esta isla, pero el río empezó a subir cada vez más haciendo que la comunidad tuviera que trasladarse a tierra firme, justo al lado del hotel. Ahora la isla, gracias a que se inunda en la época de lluvia, es un lugar muy fértil en donde los habitantes de la comunidad tienen sus «chagras» o huertas con todos los cultivos como papaya, yuca, cacao, etc..

En la isla también pudimos ver en todo su esplendor los lotos gigantes del Amazonas «Victoria amazonica» en honor a la reina Victoria de Inglaterra, que pueden alcanzar hasta 3 metros de diámetro. Yo los había visto en jardines botánicos pero verlos aquí en su entorno, rodeados de todo tipo de tonos de verde, de los sonidos de la selva y de perezosos que trepan por árboles centenarios tiene una magia especial que solo se encuentra en estos lugares en los que la naturaleza sigue siendo la reina (no la reina Victoria).

Como éramos un montón de mujeres, llevamos como donación para las comunidades cercanas, panties menstruales para darle a las mujeres para que usen durante su período. Un alternativa higiénica y amigable con el medio ambiente porque estos panties pueden durar 2 años o más y son reutilizables.
Fuimos a la comunidad de El Vergel en donde nos reunimos con todas las mujeres para contarles cómo usar el regalo y repartirlo y de paso recargarnos de felicidad con las sonrisas que nos encontramos.
También estuvimos hablando con el abuelo José de la comunidad que nos contó sobre «la pelazón» el rito de paso de las mujeres cuando tienen su primer período y se hace una fiesta con todo el pueblo y se les corta el pelo para simbolizar el renacimiento como mujer.

Seguimos río arriba hacia la comunidad de Macedonia en donde hay un mercado de artesanías que vale la pena visitar porque hay trabajos hermosos en madera. De bienvenida las mujeres hacen un baile tradicional que es una buena excusa para dar un apoyo financiero a la comunidad, algo que hicimos con todo el gusto porque no hay mejor forma de gastar plata que apoyando el turismo sostenible que ayuda a conservar el patrimonio cultural de las comunidades ancestrales.

Hay muchas más cosas para hacer, y espero que esta haya sido la primera de muchas visitas que voy a hacer a este lugar fantástico. Los dejo con imágenes del retiro de Marce para que se animen a hacerlo y algunas de la vuelta a casa.

Si ya han visitado el Amazonas, ¿qué otros recomendados tienen?

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