Hace mucho tiempo que no venía por aquí. Entre la pandemia con su parálisis y la reactivación con su frenesí había sido difícil, sino extraño sacar el tiempo para viajar aparte de los viajes de trabajo.
Este viaje a las profundidades de la selva de la Amazonía colombiana, lo empezamos a planear con Moni, mi amiga y la cabeza y el corazón detrás de Wish, desde mediados del año pasado. Hablamos con los chicos de Colombia Oculta, los operadores de estos viajes que se caracterizan por llegar a lugares poco visitados y de difícil acceso en nuestro país.
Cuando nos mandaron el itinerario del viaje yo no podía creer los lugares: el río Apaporis, uno de los principales afluentes del Amazonas, dormir en el Tepuy de Morroco o «Botapescado», ver pinturas rupestres que ni siquiera han sido estudiadas, visitar los raudales del Jirijirimo, raudales sobre el Apaporis donde la mitología de las comunidades locales dice que cayó el «árbol del Ikogi«, un árbol que contenía el agua para beber y que fue cortado por los Ayawas, precursores desobedientes de los humanos. Un lugar absolutamente sagrado y abrumadoramente poderoso.
Los preparativos empezaron desde que compramos nuestros tiquetes Medellín-Bogotá-Mitú en octubre del 2021: pastillas para desinfectar el agua, hamaca, mosquitero para la hamaca, sleeping bag para 15 grados, pantalones y camisas de secado rápido, platos para comer, cubiertos, cuerdas para la hamaca, power bank de carga solar. Como decimos en Colombia, íbamos «más preparadas que un Sancocho».
En el camino se nos unieron otros amigos, se empezó a formar un grupo maravilloso de personas, todas con ganas de conocer estos lugares y con la consciencia de hacerlo con el mayor respeto por la selva, por las comunidades, su cultura, y sus reglas.

Para poder hacer esta expedición con Colombia Oculta no solo es necesario pagar, también hay que llenar formularios, que la verdad pueden disuadir a más de uno, tienen preguntas como:
«Estás dispuesto a renunciar a tu zona de confort durante los días de esta expedición. El nivel de confort es nivel cero sobre diez (0/10)»
«Estás dispuesto a adaptarte resilientemente a las circunstancias cambiantes que puedan ocurrir durante el viaje, como cambios de planes inesperados por factores climáticos, técnicos, sociales o de seguridad?»
«Estás dispuesto a comprender y estar preparado, que el área en el que estaremos es una zona apartada, con clima húmedo tropical amazónico, donde puede haber aguaceros torrenciales con truenos, rayos; que hay muchos insectos con enfermedades que pueden tener (como Malaria, Dengue, Chikungunya) que hay serpientes venenosas (todas) y que hay soles extremos y climas cambiantes repentinos inmanejables»
También hay una entrevista de cada uno con el guía que nos cuenta cómo va a ser todo, qué podemos esperar, qué debemos llevar y nos resuelve todas nuestras dudas y se asegura de que si estemos calificados mental, espiritual y físicamente para ir a este lugar en estas condiciones.
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Faltando una semana para viajar, la lista de cosas para llevar era algo así:

Mosquitero Selva de Thundra para hamaca
Sleeping bag para 20 grados ECOOPRO
Almohada Camping Quechua (esta es un poco grande pero fue maravilloso tenerla porque hizo de la dormida en hamaca un hotel 5 estrellas)
Linterna de frente con luz roja Forclaz La luz roja es fundamental para no encandilar a los compañeros y no atraer insectos (la pesadilla era que una cucaracha gigante paleolítica amazónica me volara directamente a la frente por la linterna, nunca pasó)
Termo Grayl con filtro para agua: No puedo enfatizar lo importante que fue este, en ninguna parte había agua que no fuera lluvia o de los ríos, con él filtramos el agua de todo el equipo y podíamos tomar de todas partes. Créanme, si no nos enfermamos por el agua, fue por este termo.
3 Pantalones de secado rápido
1 Shorts porque sufro de calor extremo y los usaba para dormir cuando ya me metía en mi mosquitero.
1 leggins (hubiera llevado 2, me hicieron falta)
5 camisas de secado rápido
1 botas de caucho
1 chanclas de plástico
1 tennis Tropicfeel de secado rápido
1 tohalla Bubel de secado rápido La misma del viaje a Islandia que es es espectacular, el tamaño es perfecto también para cambiarse envuelta en ella porque en los lugares que nos quedamos no había paredes de ningún tipo.
1 Poncho de lluvia de Home Center mejor que chaqueta impermeable porque protege la mochila y todo lo que hay adentro. También sirve como «vestier» para cambiarse en la noche.
3 Vestidos de baño: los usábamos debajo de la ropa porque nunca sabíamos cuándo íbamos a llegar a un río o a una cascada a bañarnos.
Repelente para insectos
Antisolar
Pastillas de electrolitos: Para reponer porque se suda muchísimo.
Gorra
Gafas oscuras
Varias drybags o bolsas secas: para la cámara, las baterías, el Kindle y para la misma ropa dentro de la mochila grande porque en cualquier momento puede llover y que se le moje a uno la pijama o la hamaca puedes ser una calamidad. Además de los drybags puse todo en bolsas de plástico (que me traje conmigo, tranquilos) para tener doble protección del agua.
Todo mi equipaje lo llevé en la maravillosa Base camp Duffel de The North Face que me la prestó mi hermano y además de ser cómoda para cargar como backpack en caminadas cortas, es convenientemente impermeable.
1 rollo de papel higiénico: Los baños generalmente son letrinas precarias que se descargan con un balde de agua lluvia, o abrir un huequito en la tierra y hacer lo propio :)
Snacks: Como mezclas de semillas, barras de proteína, un par de latas de atún y galletas.
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Empacada y lista me acosté a dormir para levantarme a las 3 am para irme al aeropuerto de Medellín para coger el primer vuelo, Medellín – Bogotá. El amanecer a la ida fue espectacular, un abrebocas y buen augurio de lo que estaba por venir.


Llegamos a Bogotá a encontrarnos con Iván, la persona de Colombia Oculta que nos iba a entregar un teléfono satelital y varios encargos para llevar a la comunidad. Nuestro guía sería Remigio, un habitante de la comunidad de Buenos Aires y con él nos encontramos en Mitú.
El siguiente tramo fue un vuelo de 1 hora entre Bogotá y Mitú, la capital del departamento del Vaupés, los aviones iban bajando de tamaño con cada trayecto aunque este de Satena fue muy cómodo. Desde la aterrizada en el aeropuerto de Mitú se puede ver el tamaño y el poder de la selva que parece un mar verde que todo lo cubre y todo lo abarca.



Algo que nos dijeron muchas veces es que el clima allá es muy impredecible, que el aeropuerto de Mitú lo pueden cerrar por tiempos indefinidos y que las avionetas en las que volaríamos de Mitú a Buenos Aires (la comunidad en la que nos íbamos a quedar el primer día) solo pueden volar con muy buenas condiciones de clima porque son diminutas. Diminutas nivel: el piloto y 5 pasajeros máximo.
Tuvimos suerte porque al llegar a Mitú el clima estaba perfecto y en 40 minutos estábamos montados en la avioneta los primeros 5 con Remi nuestro guía, y los otros 4 decolaron pocos minutos después.



Los aviones chiquitos no son lo mío, me monté en este haciendo de tripas corazón y con el pulso acelerado pero apenas despegamos el paisaje hizo que me olvidara de todo: la selva infinita, imposible, brillante, los puntos amarillos de los árboles que Remi nos dijo que se llamaban «Babosos», los puntos violeta de otro tipo de árbol que se llama «Algodón de tigre» (el nombre más lindo del mundo) y los ríos… El gran Apaporis, «el río viejo» la palabra original en Cabiyarí es Papurí pero los occidentales lo convertimos en Apaporis. Y el Cananarí, el río sobre el que quedan las comunidades que íbamos a visitar, con sus sedimentos oscuros y sus aguas rojizas por las hojas descompuestas.




Y un regalo del piloto: un sobrevuelo justo por encima del raudal del Jirijirimo antes de aterrizar en la pequeña pista de tierra de Buenos Aires con el corazón a mil por hora y una sonrisa gigante en la boca.
Les dejo este video que hizo Carlos García, amigo del alma y uno de los ojos virtuosos detrás de Pavo Real de todo el vuelo, vale la pena verlo para entender que el avión estaba casi a ras del agua del río y ver la pista en la que aterrizamos y el tamaño de nuestro avión/mosquito.

Llegamos a Buenos Aires, una comunidad de 350 personas a la orilla del río Cananarí. Allí nos fuimos a la casa de Maxi, el capitán de la comunidad y hermano de Remigio, nuestro guía, conocimos a nuestros otros compañeros de expedición: Fausto, Wilson, Antonio el conductor del «motor» como ellos llaman al bote y Tati y Lore, nuestras cocineras que nos recibieron con un almuerzo de caldo de pescado con ají amazónico acompañado de Casabe de yuca brava y limonada.







Con el estómago lleno armamos nuestras hamacas en la zona social de la casa de Maxi, ahí teníamos unas bancas para poner nuestras mochilas, había un baño cuya puerta era un pánel solar que no funciona y un tanque con agua lluvia para filtrar y tomar. Dejamos todo listo antes de salir a nuestro primer paseo: el raudal del Jirijirimo.




Navegamos unos 20 minutos por el río Cananarí hasta llegar al río Apaporis, y unos minutos después se ve el vapor que sale de los raudales. Antes de ir a visitarlo fuimos a pedir permiso a la comunidad de Yaigojé Apaporis, y después de una breve parada, cruzamos el río y nos adentramos en la selva de bosque primario intacto en una caminada fácil de media hora hasta llegar a un lago con una cascada pequeña.







Después de maravillarnos con el lago bajamos un poco más y llegamos a las rocas que miran sobre los raudales. Lo primero que se me vino a la cabeza cuando me paré ahí fue: «ya entiendo por qué este lugar es sagrado, no podría ser nada más.» Decir que es imponente es quedarse corto, se me ocurren mil adjetivos para describirlo: abrumador, poderoso, sobrecogedor, inmenso, si, sagrado, imposible, fantástico, y podría seguir. Pero no hay palabra, ni foto , ni video, que le haga justicia a estar ahí parado solo mirando el agua correr y derramarse por esas piedras sin ningún tipo de restricción ni control.
Tengo que confesar que lloré un poquito de la emoción, no podía creer que estaba parada ahí, con ese atardecer, un arcoiris y esa compañía, el final de nuestro primer día no pudo ser más perfecto.
Jirjirimo en lengua Yeral quiere decir «Cama de anaconda», en Barazano que es el idioma que hablan nuestros compañeros de viaje se dice Jasa tutú que traduce «tronco de remedio» el árbol que tumbaron los Ayawas y cuya caída formó esta maravilla.














Nos despedimos del lugar felices y sintiéndonos muy privilegiados de poder visitar este monumento de la naturaleza y nos fuimos navegando al atardecer y en la noche para llegar a nuestras hamacas a descansar después de un largo día.




En la próxima publicación una caminata de 3 horas subiendo a un tepuy, dormir en una cueva una vista de no creer.
Marco Antonio Velez Sierra
Valeria. Un relato emocionante. Tienes el don para transportarlo a uno a ese templo majestuoso erigido por la naturaleza, custodiado por quienes lo aman y visitado por quienes lo aprecian.muchas gracias.
Valeria Duque
Muchas gracias Marco! la verdad es que fue uno de los momentos más lindos de la vida estar en semejante lugar, ojalá se siga conservando así, con control de la carga de personas que visitan y que las visitas sean por tiempos cortos. Un abrazo!
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