Eje cafetero colombiano: Salento, Filandia y Calarcá

Varias veces he dicho que una de las cosas que más me gusta de mi trabajo es que me lleva a viajar por todas partes tomando fotos. ¿Qué más se le puede pedir a la vida?
Así que para hoy traigo la historia de un viaje que hice por el eje cafetero colombiano, la parte centro occidental de mi país, caracterizada por sus enormes montañas llenas por todas partes de cultivo de nuestro producto más famoso: el café de Colombia.

Estuvimos específicamente en el departamento de Quindío y anduvimos por las montañas de la cordillera central conociendo pueblitos y maravillas naturales que es lo que más nos gusta visitar.

Nos fuimos en carro desde Medellín, normalmente es un viaje que toma máximo 5 horas, pero como están haciendo doble calzada desde La Pintada hasta Irra hubo varios cierres en la carretera y nos tomó un par de horas más.
Nos quedamos en un hotel absolutamente espectacular en Salento, se llama Casa de las 2 palmas y lo recomiendo a ojos cerrados. Como el eje cafetero es un lugar tan turístico y tan bonito, abundan hoteles de todos los tipos, muchos que dicen que son fincas cafeteras, o se autodenominan «hotel boutique» y que a la hora de la verdad son muy regulares en sus servicios y bastante faltos de cariño en los detalles. Por eso nos gustó mucho este hotel, es una casa típica en el pueblo de Salento, cerca de la bulliciosa Calle Real, pero lo suficientemente apartado para que sea tranquilo. Los baños son totalmente remodelados y tiene un jacuzzi en el patio central perfecto para ver atardeceres después de una buena caminada y es una casa típica muy bien conservada que no tiene ínfulas de lujos innecesarios sino que está decorada con muy buen gusto a la usanza tradicional del lugar. Un equilibrio que no es fácil de lograr. El desayuno es rico, como de finca y el personal es muy amable.

 

Salento y La Carbonera

Salento es uno de los lugares más famosos de la región. Un pueblito en las montañas en el que se conservan las casas originales, se ha creado una escena gastronómica decente y tiene muy buenas opciones de alojamiento (también recomendada La Posada del Café que visité hace un par de años, sobre todo los desayunos que prepara Maria Helena con mermelada casera).
Ideal para caminar con calma por sus callecitas, comprar productos de la región como mermeladas, conservas y café, sentarse a ver gente en la plaza, conocer los famosos «yipaos» (jeeps viejos tipo Willys que son tradicionales de la región y que transportan desde sacos de café, pasando por personas y terminando por gallinas y otros «semovientes»), tomarse un café y comer en alguno de sus muchos restaurantes (la trucha frita con patacón es famosa y es por una muy buena razón, vale la pena probarla).
Los fines de semana es muy lleno así que en la medida de lo posible tratar de visitarlo en semana, pero sino, también es un muy buen lugar para pasar el finde.

Algunos lugarcitos que nos gustaron:

Café Bernabé
 
Tiene platos para todos los gustos, desde los más sofisticados hasta los más sencillos, opciones vegetarianas, cocina abierta y un personal más que amable. Recomendado para comer o para almorzar, la pasta es deliciosa, el salmón es muy famoso y también es un lugar rico para tomarse unas copitas en la noche.

Somevi Pizza A este lugar llegamos después de una caminada larga a comernos algo rápido, nos sorprendió que la pizza es deliciosa, hecha en el horno de piedra y crujiente. La casa es muy bonita y el personal muy amable, cambiaría la música cristiana a todo volumen (en general cualquier música a todo volumen)

Café Jesús Martín A pesar de que yo no tomo café, me encanta visitar este lugar, y siempre compro café para regalar y sólo he tenido buenos comentarios. Casi siempre está el dueño pendiente de todo, y además de que te posa para fotos, te cuenta la historia de cómo empezó esta productora de café que reúne a varios pequeños caficultores locales y que se llama como su hijo. La casa la tuvieron que ampliar porque además de café venden cositas para comer absolutamente deliciosas como tortas y productos de panadería entre otros. Muy recomendado para pasar, tomar café, almorzar y comprar regalos para llevar que apoyan a los pequeños productores locales.


Además de todo lo que hay para hacer en el pueblo, Salento se encuentra muy cerca del Valle del Cocora, un lugar muy turístico que tiene una gran concentración de palmas de cera (el árbol nacional de Colombia), pero para mí la joya de la corona de este paseo fue sin duda La Carbonera, un conjunto de predios privados que tienen la mayor concentración de palmas de cera del país y que están muy bien habitados por bandadas de loros orejiamarillos (endémicos a la zona y en vía de extinción), algunas vacas y uno de los mejores silencios que he experimentado.  Si el Valle del Cocora tiene palmas de cera, La Carbonera tiene 10 veces más, es muy desconocido y poco turístico y para mí fue lo mejor de todo el viaje.
Se puede hacer el paseo de varias formas:

  1. Subiendo uno mismo en su propio carro por una carretera de tierra más o menos 1 hora y media. Se toma el camino viejo hacia Ibagué que sale del pueblo por el lado del mirador. Pasa uno por bosques de pinos, granjas de leche y lugares nublados con unos árboles bajitos y gruesos que entre la neblina se ven como dragones o criaturas mitológicas. Llega a un alto en el que hay varios potreros y desde donde se ven en todo su esplendor en las montañas del frente, los bosques de palmas de cera. Recomendado salir en la mañana y llevarse un picnic para comer en el alto. Tengo que decir que me quedaron ganas de seguir por ese camino porque toda la vista fue espectacular.
  2. La otra forma de hacerlo para los amantes de las bicicletas, es contratar a los chicos de Salento Cycling que tienen varias opciones para hacer el paseo, saliendo en carro hasta el lugar de picnic, y devolviéndose en bici de montaña. Son muy profesionales y están muy pendientes, llevan una comida rica para compartir y la bajada en bici es para niveles básicos (como yo) hasta intermedio, ya si son más avanzados pueden tomar la extensión del paseo.
  3. La otra forma es subir en carro y bajarse caminando, que era la que originalmente queríamos hacer, pero como era domingo, no había Willys para subir entonces terminamos usando nuestro propio carro.

La vista desde nuestro punto de Picnic fue esta: neblina, montañas, palmas de cera y silencio absoluto sólo interrumpido por los gritos de los loros y alguna que otra vaca mugiendo:

 

Filandia

Este pueblito está a unos 35 minutos de Salento y es reconocido por su trabajo de tejido de bejuco y su cestería.
Está lleno de casitas de colores, cafés tradicionales y una plaza con sus «yipaos» esperando pasajeros de todas las especies y tipos..
Tiene un mirador que da una vista 360 de toda la región muy bonita.

Para el almuerzo recomiendo a ojos cerrados Helena Adentro un restaurante con mucha personalidad y re-versiones de la comida tradicional colombiana.

Jardín Botánico del Quindío (Calarcá)

El otro paseo que hicimos es la visita al Jardín Botánico del Quindío en Calarcá. Más que un jardín botánico, es una caminada guiada de 1 hora y media por un bosque nativo, con la explicación de todas las especies, lugar para avistamiento de aves y un mariposario espectacular. Recomendado para todos a los que les guste la naturaleza. Para almorzar por ahí cerca pueden visitar el Hotel Hacienda Combia que tiene una entrada llena de cafetales hermosísima.

 

Con esto termino este viaje por las montañas del eje cafetero. Hay muchas más cosas para hacer seguro así que tocará volver, y como siempre si me comparten sus propios recomendados sería buenísimo para tenerlos en cuenta para futuros viajes.

5 comentarios sobre “Eje cafetero colombiano: Salento, Filandia y Calarcá

  1. Pingback: Jardín: Para los amantes del color y de la vida de pueblo – Historias de viajes

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